miércoles, 14 de septiembre de 2011

El Padre



Tenía los ojos cansados, sus pies ardían de tanto caminar, su bolso pesado, lleno de papeles, y su cabeza ordenando antiguas preocupaciones, pero a pesar de todo, de la hora, la distancia, el cansancio… al final llegó. 

No somos sus hijos, pero su techo es nuestro techo, con cariño nos mal cría, nos consiente, nos reprende… de su lengua brotan interesantes historias, fantasías, anécdotas, o simplemente el diario vivir. Sus oídos reclaman los sonidos del sub mundo, y aunque para mi, en cualquier otro lugar o momento solo son ruidos, cuando el está cerca son banda sonora de nuestras aventuras.

No siempre está presente, ocupado en sus asuntos, resolviendo enigmas pasa gran parte del tiempo, pero sea  día o sea noche, siempre está cuando se le necesita, siempre al rescate llega, siempre nos brinda una mano y nos ayuda a levantarnos después de caer. Nos regala su energía cuando débiles andamos, nos da alimento y abrigo sin nunca esperar nada a cambio.
Orgulloso y de muy buen corazón, evita molestar con sus problemas creyendo que el solo puede contra el mundo, pero no siempre es así, y es necesario que lo sepa… que siempre contara con nosotros para devolverle las muchas manos que nos ha dado a lo largo de este duro camino, sólo necesita gritar.

Bajo su techo hemos planeado el futuro, hemos reparado el mundo, construido castillos y fortalezas, y también hemos llorado. Junto a el tenemos familia,  un hogar, donde a la hora que sea, si necesitamos,  podemos llegar. Él es pilar, núcleo, soporte… él es respeto, paciencia y bondad.

Sólo por ser él, lo queremos, por su sabiduría lo admiramos, por sus ausencia le extrañamos, y en gratitud a todo lo que nos brindas, vayas donde vayas te acompañamos.

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