Te recuerdo sonriente... bulliciosa, a carcajadas... traspasando las murallas, tarde en la noche, en las madrugadas. Te recuerdo en la ciudad, sacando chispas en los adoquines con tus tacos altos, recorriendo calles viejas y nuevas, tu reflejo en las vitrinas, tus bolsas llenas de cosas, de encargos.
Te recuerdo en tus rincones, rodeada de libros y cajas que solo tu sabías que contenían … de papeles, flores y tus viejos casetes… escuchando música en inglés, escribiendo poemas, haciendo tareas ajenas para un colegio en el cual ya no estudiabas… pero parecía que si. Cuantos sietes te sacaste a nombre de otros, de nosotros!
Te recuerdo en la playa, vestida de negro esperando la puesta de sol… defendiéndome de las olas revoltosas que amenazaban con llevarme, colectando conchas de diversas formas y colores… te gustaba la arena dorada y gruesa… los roqueríos.
Recuerdo tu olor a chocolate y menta… tu dulce perfume de lavanda, la pasta de zapatos con que encerabas el piso, la tierra mojada bajo el parrón. Recuerdo el olor a cremas y polvos de tu cartera, los jabones que nunca usaste porque eran de colección, el olor a libros nuevos, a papel, a tinta, a maquina de escribir.
Han pasado tres años desde tu partida, pero parece que hubiese sido ayer… trato de olvidar los malos ratos, los dolores, el olor a hospital… trato de no pensar en el sufrimiento que debiste soportar… pero no puedo evitar sentirme culpable por no haberte acompañado en tus últimos momentos, quisiera saber que pensabas, que sentiste… haberte abrazado y decirte que ahora todo estará bien… que ya no sufrirás, que ya no dolerá, que ya no tendrás que aguantar pinchazos ni remedios… que ahora puedes descansar y flojear a destajo si así lo quieres… pero no pude. Nunca imaginé que esa noche en el hospital sería la última vez que te vería… luchando siempre, hasta el final. Retenerte en esta vida habría sido egoísta… quizás el que Dios haya reclamado tu cuerpo y te haya dado libertad al fin fue lo mejor para ti… aunque más que eso, hubiese preferido que nunca te hayas enfermado… para que nunca te hayas ido.
Cada día te recuerdo, te veo en mis sueños, en mis planes, en mis metas… aún pienso que cuando vuelva a Chile te encontraré en algún rincón, con tus libros y tus poemas, tecleando en una máquina de escribir a la velocidad de la luz sin siquiera mirar las teclas… aún imagino que podremos conversar y que te cuento mis historias y aventuras… a veces cuando recorro las tiendas pienso en los regalos que podría haberte comprado… libros, papeles, lápices de colores que quizás nunca usarías… porque solo te gustaba tenerlos. Sólo te pido que nunca dejes de acompañarme… de visitar mis sueños, de abrazarme cuando la oscuridad me da miedo.
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