lunes, 12 de septiembre de 2011

La Maestra


Con discreción y una extraña sabiduría, muchas veces en silencio, ella  prepara sus menjunjes y aparatos, llenos de detalles y emociones para sorprender y aliviar el alma de quienes, casi siempre sin esperarlo, en silencio necesitamos de esa magia que solo ella puede proveer. Siempre tiene tiempo para todos, siempre una sonrisa, una palabra, una sorpresa,  por minúscula que sea, capaz de levantar espíritus y aplastar las amenazantes  sombras que amedrentan a quienes nos sentimos olvidados.

Sus manos construyen sueños, dan vida a nuevas vidas, diseñan nuevas rutas y dan luz a las noches  oscuras. Sus oídos transforman los problemas en certeros consejos, alivianan la carga de las jornadas más duras con convicción de que mañana será un mejor día.

Con paciencia y dedicación guía nuevos pasos, abre nuevos caminos, preparando almas  inocentes  para enfrentar el mundo.   De la mano los guía, les ayuda, les reprende, con el único interés de que sus rumbos no se desvíen, de que sus ojos no pierdan el brillo y la inocencia. Los acoge como a nosotros, con ese calor que solo ella irradia, con generosidad y precisión de artista va por el mundo  dibujando sonrisas en los rostros grises, dejando su huella invisible, su aroma de sol que dorado brilla como sus cabellos.

Gracias a su inmensa sabiduría, es capaz de presentir cuando se le necesita, y sin necesidad de llamarla, como un héroe de incógnito aparece detrás de una puerta. Sin esperar nada a cambio comparte alguno de sus remedios, pociones de dulce sabor que iluminan y sanan el corazón.

Su espíritu esta lleno de colores, de energías que se contagian y se propagan cuando el momento preciso se presenta. Sin temor, sin falsas apariencias, defiende lo que es justo, y si es necesario al poder se enfrenta. Sus ganas, dan ganas de seguirla y seguir construyendo sueños, lugares donde con poco se puede hacer mucho, donde el tiempo no existe y correr no es necesario.

Se que nunca la tuve muy cerca, pero la extraño como si una parte de mí en su poder estuviera. A veces en las mañanas, cuando despierto y el sol no brilla como debiera, pienso en sus ángeles enfrascados, sus canciones de niña y su mirada atenta. Ella, quizás sin darse cuenta, me enseño a transformar el gris de las nubes en plateado y a escuchar como la lluvia canta, diciendo que la distancia en realidad nos acerca.


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