lunes, 12 de septiembre de 2011

La Caminante


Desde muy pequeña acostumbró sus pies a no descansar hasta haber logrado la meta propuesta, a veces ligera como el viento, otras tantas lenta y relajada, disfrutando de sonidos y aromas, recorrió enormes distancias escaneando cada centímetro de suelo con sus pies. Esto le dio la capacidad de reconocer cualquier lugar donde sus pies se posaran, incluso con los ojos vendados, desafiando sus lagunas mentales y los vacíos de su memoria, atrayendo sensaciones y sentimientos a su corazón, capaces de transportarla a tiempos remotos del pasado… de un pasado mejor.
 
Muchas veces me tocó acompañarla en sus travesías, y junto a ella, desde pequeño, caminé también por calles y senderos escondidos de la gran urbe, descubriendo lugares escondidos y secretos, observando personas comunes y corrientes y transformándolas en personajes de nuestra propia película de cine arte. 

Junto a ella aprendí a disfrutar de la lluvia en el rostro, como también a encontrar refugio de ella. Juntos transformamos sonidos viles y sin sentido en himnos de nuestras experiencias, y junto a ella mis pies se acostumbraron a recorrer sin parar, hasta llegar a aquel lugar donde podría estar el tan anhelado ingrediente secreto. 

De noche o de día, sus conocimientos de caminante experto me dieron seguridad y me guiaron con destreza para descubrir mi propio rumbo. Nuestros pies recorrieron juntos los caminos olvidados e invisibles que tantos cientos de miles de almas pisan a diario sin darse cuenta de donde están parados, ella me enseño la belleza del concreto y la importancia de caminar con ojos sensibles y atentos.

Hoy ella continua su ruta lejos de la mía, pero la distancia física se rompe en mil pedazos cuando juntos, quizás sin siquiera saberlo y a miles de kilómetros de distancia nos ponemos de pie en alguna esquina, y solitarios comenzamos a dar un paso detrás del otro, comenzando un nuevo camino, una nueva aventura, un nuevo trayecto. Nuestros pies se conectan a la tierra y transportan su energía de un lugar al otro haciéndonos saber que a pesar de la distancia, seguimos caminando juntos, hablando ese lenguaje que solo los caminantes pueden entender.

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